Los turistas que construye (ro) n a Medellín

La ciudad en que vivimos también es resultado de los aportes de extranjeros. No todos vienen de rumba y ocio —que no está mal—.

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Cada vez son más las ciudades que priorizan el turismo entre los demás renglones económicos y Medellín no es la excepción: por El Poblado, de día y de noche, caminan turistas de diferentes nacionalidades; igual ocurre en el centro histórico y en las amplias avenidas de Laureles; qué decir del corregimiento de Santa Elena, que recibe a no nacionales a diario. Pero este turismo, que es de esparcimiento y suele durar pocos días, no es el único que tiene lugar en la ciudad: hay extranjeros que, pese a su estatus de turistas, se dedican a construir ciudad desde la academia y el sector productivo.

Pero revisemos primero algunas cifras: dice Cotelco que solo en enero de este año la ocupación hotelera en la ciudad, debido a la afluencia de extranjeros, se ubicó en el 70%; el año cerró incluso mejor, con un promedio de ocupación del 77%. En los dos últimos años, por ejemplo, las viviendas de estancia corta, con vocación turística en su mayoría, han crecido 20% en El Poblado. Y hasta los llenos del Atanasio Girardot por los conciertos de famosos responden, en parte, a las personas que llegan de afuera para disfrutar de esta oferta.

Eso sí, no hay que llamarnos a mentiras: el turismo y su escalada vertiginosa nos está mostrando otras caras: prostitución, encarecimiento de taxis, hoteles, viviendas y servicios, por mencionar algunas. Inclusive la explotación sexual pisa fronteras casi invisibles que, con la exposición a los reflectores, da cuenta de trata de personas y vulneraciones a los derechos fundamentales de niños y mujeres, principalmente. “No, todo está muy caro, es culpa de los extranjeros”, dicen algunos en El Poblado. “Pues, los arriendos sí, más que todo”, agregan en Laureles.

El turismo, entendido también como procesos temporales de migración, ha sido cimiento en la constitución de buena parte de las ciudades y, en el caso de Medellín, ha permitido trazados y decisiones claves de nuestro trasegar urbanístico. La ruta del río, el recorrido del metro, los edificios icónicos que aún se conservan en el centro y la forma en cómo se distribuyeron los servicios públicos en Medellín son resultado de decisiones de extranjeros que pasaron por estas tierras hace decenas de años.

Por eso mirar al pasado para entender que hay puntos medios y que no todos los turistas dejan una huella negativa en la ciudad es funcional y, quizá, justo. En esta edición nos tomamos la tarea de desempolvar las memorias de quienes como foráneos aportaron al levantamiento de lo que hoy es Medellín, casos del ingeniero civil Francisco Javier Cisneros, el arquitecto belga Agustín Goovaerts y de la pintora estadounidense Ethel Gilmour. Pero al tiempo, volviendo a los tiempos que corren, nos detenemos en quienes hoy visitan la ciudad para estudiar, trabajar y aportar conocimiento, casos del estonio Emil Salulaid, el estadounidense Loren Moss y el español Josep Bohigas.

Francisco Javier Cisneros, la cara del ferrocarril:

Nacido en Santiago de Cuba en 1836, Cisneros fue el responsable de hacer posible el ferrocarril de Antioquia. En 1874, el estado soberano de Antioquia necesitaba un ferrocarril que conectara a Medellín con el río Magdalena. De esa forma el gobierno regional firmó un contrato con este ingeniero civil. Fueron 201 kilómetros de longitud los que quedaron a su cargo para conectar a la incipiente ciudad de entonces con la bonanza en que resultaba acercarse al río grande. Erguido, de sombrero y saco, bajo un par de palmeras, se yergue en un monumento en la Plaza Cisneros de Medellín. Vive al pie de los restos de su legado: la antigua estación del ferrocarril.

Agustín Goovaerts, el arquitecto clave:

Este arquitecto e ingeniero belga, nacido en Bruselas en 1885, también fue turista en Medellín. Pero su paso por la ciudad se convirtió pronto en un legado que aún está en pie. Varios de sus proyectos arquitectónicos y urbanísticos tuvieron lugar en la ciudad. En compañía de otros personajes de la época, asumió la remodelación de la iglesia de San Ignacio y el diseño de la capilla del cementerio San Pedro. Remodeló, allí cerquita, la concatedral de Rionegro, y asumió proyectos de construcciones religiosas en varios pueblos. Entre sus obras más destacadas se cuentan el palacio donde tenía sede la Gobernación de Antioquia, el Palacio Nacional y el edificio Gonzalo Mejía, otrora Teatro Junín.

Ethel Gilmour, la pintora de Ohio:

Esta pintora estadounidense desarrolló buena parte de su obra en Colombia. Nació en Cleveland un 29 de febrero de 1940 y su obra, además de florecer, cerró su ciclo con su muerte en Medellín. Viajó por Bolivia, Francia, España y Rusia antes de radicarse en Medellín. Aquí trabajó como profesora de pintura. También hizo parte del grupo de fundadores del pregrado de Artes de la Universidad Nacional. Sus coloridas pinturas, que llegaron a causar desconcierto, narraron lo cotidiano. Esta extranjera, desde la capital paisa, retrató el conflicto, capturó las razones de nuestra guerra. La violencia que azotó a la ciudad fue insumo vital en la producción artística de Gilmour. Pintó, quizá, lo que la ciudad no quería ver, escuchar. Era eso tarea para un de ojos y manos y dedos extraños…

Emil Salulaid, un estudiante estonio de intercambio:

Estudió derecho y actualmente, a sus 27 años, cursa un máster en administración pública. Hizo una solicitud de intercambio en Estonia, su país, y terminó haciendo una pasantía de un año en la Universidad CES, aquí en Medellín. El proceso fue sencillo, dice, y estará hasta junio próximo en la ciudad. Ya había venido al país, pero no a estudiar. "Nos quedábamos máximo dos semanas, porque no podíamos dejar los compromisos en nuestro país", cuenta. La experiencia académica ha sido grata: afirma que la calidad de la educación es sobresaliente, que el modelo es menos magistral que el estonio, que hay más interacción. "Es más activo todo. Me ha gustado mucho. Es como si llevara años aquí", dice. Ha tenido tiempo para recorrer restaurantes, barrios y pueblos cercanos. Su novia lo acompaña en está travesía. Ambos, cada día, se sienten más locales. "A quienes quieran venir, que no lo hagan solo una semana, que es muy poquito. Y que salgan de El Poblado, es muy bonito, sí, pero hay más: Laureles, el Centro, Santa Elena, un pueblito del oriente... No solo es El Poblado", recomienda.

Loren Moss, un estadounidense que asesora empresas:

Es de Columbus, Ohio, y tiene 57 años. Escribe para Finance Colombia, publicación en inglés que cubre el sector económico en Colombia. Desde Ruta N siempre lo llamaban. "Hay una empresa nueva que está abriendo en Medellín", le decían. Siempre estaba viajando a la ciudad. Le gustaba el clima, que era tranquila, que el tráfico no era "tan malo". Decidió mudarse a Medellín luego de ser turista y viajar por varios años debido a estancias cortas de trabajo. En sus visitas hacía investigación y escribía sobre el entorno empresarial de la región. Cubría los desarrollos del sector de servicios, porque tiene clientes extranjeros que lo consultan para ubicarse en Colombia. Eso lo sigue haciendo, pero ahora radicado en la ciudad: "Me dicen: 'qué región es mejor; necesitamos montar un lugar con 500 empleos. Dónde lo hacemos: ¿Bogotá, Medellín o dónde?'". Promociona a Medellín, de la mano con Ruta N, como sede para las actividades empresariales de diferentes empresas. Y dice que no vino acá a estar solo en el Lleras. "Vi que Medellín es progresista, abierta al negocio, hay proyectos grandes. Los sectores no pelean, hay un orgullo cívico. Por eso me quedé", afirma.

Josep Bohigas, arquitecto que conecta a Medellín con Barcelona:

El español es su primera lengua, contrario a Emil y Loren. Su vínculo con Medellín es urbanístico, de más de diez años. Visitó primero la ciudad a través de la Cátedra Barcelona - Medellín, un espacio de intercambio cultural entre las dos ciudades. Recorrió varios lugares y desde entonces no ha dejado de venir. "Vinimos a conocer, a pasear, a caminar; a ver los cambios que Medellín había afrontado", cuenta. En su ir y venir analizó el problema de la vivienda en la ciudad. Año tras año ha viajado a realizar un taller denominado Arquitectos de Cabecera, en llave con el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales de Eafit. "Vamos a los barrios más vulnerables e identificamos lo que más les falta: regeneración urbana a través del conocimiento y de la ayuda que puedan proporcionar los arquitectos; intentar mejorar sus casas, no solo lo que pasa en la calle, sino adentro", dice. Cuando viaja, se queda en la ciudad no más de diez días. Imparte aquí sus conocimientos como lo hace como profesor en diferentes universidades de Barcelona. "Hay que andar la ciudad; dejarse llevar por su maravillosa infraestructura, por su virtud más sobresaliente: su gente", sostiene sobre visitar a Medellín.

5 Comments

  1. There's good news, and there's bad news. The bad news is, it's not the drug. You're here, in the astral plane. You went too far in the make believe and got lost in your mind, consciousness, and now you're trapped in this, no place. Where every day is the same, where you can imagine yourself a kingdom. but nothing is ever real.

    1. And what's the good news?

      1. I'm not alone anymore.

  2. It's just Thursday. Like the 260th Thursday as a passenger on the cruise ship "Mental Health." On the plus side I've mastered eating with a spoon.

  3. I know, I don't have to be afraid. But I am because look at you. All of you. You're gods, and someday you are going to wake up and realize you don't have to listen to us anymore.

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