Tras los pasos de migrantes

Tapón del Darién: Van 50 niños que cruzan solos los peligros del Darién en 2021

EPISODIO 4

A Carlos le encantan las cifras y los cálculos matemáticos. Tiene apenas 13 años y todo el universo de números le cabe en la cabeza: sabe que el cambio del dólar frente al peso colombiano está a poco más de $3.800, que una libra de arroz para comer le cuesta $2.500, y que cruzar el Tapón del Darién con sus padres venezolanos le cuesta, solo a él, 70 dólares hasta la frontera con Panamá.


Entre todos los datos que revolucionan su mente, el que más presente tiene es el de los 3.813 kilómetros que hay entre Necoclí y Massachusetts, EE.UU. Es la distancia que lo separa de su sueño de estudiar en la Universidad de Harvard, sueño que alimenta en cada paso que da como niño migrante, aunque al final de cada jornada sienta los pies estallar por las ampollas en sus dedos.

Dice Carlos




Yo quiero estudiar en esa universidad y voy a quemar mi cerebro para hacer todo lo posible" — Carlos


“Yo quiero estudiar en esa universidad y voy a quemar mi cerebro para hacer todo lo posible, porque yo le hice una promesa a mi mamá y a mi papá: darles una casa así, frente a la playa; un carro para que ellos disfruten todas las semanas”, dice Carlos mientras juega con su celular, último regalo de cumpleaños recibido de sus padres hace tres meses.


El aparato, de pantalla plana y cubierta de visos azulados, está a la venta. Este secreto se lo soltó a Carlos su padre –un militar que salió huyendo de Venezuela por varios atentados contra su vida al declararse opositor al régimen de Maduro–, después de reunirse con su madre en una de las carpas donde pasan las noches en las playas blancas de Necoclí, Urabá antioqueño. Había que reunir el dinero para cruzar la frontera, y ese era el objeto más costoso y preciado para vender.


Pero Carlos, tan delgado como las palmeras de la playa en la que duerme, de tez blanca y de cabello negro ondulado, no se resiente por la venta. A diferencia de los niños de su edad que no pueden vivir sin la tecnología, no se aferra al móvil, por el contrario, considera que si vender su teléfono lo acerca a Harvard, “bienvenida su venta, puej (sic)”.


A lo único que se aferra este adolescente interesado en las matemáticas y los idiomas, acostumbrado a ocupar los primeros lugares en su escuela en el estado de Aragua, es a Canelo, un pitbull de un año, de pelo blanco y con un parche café como de pirata, que lo acompaña desde el inicio de su éxodo cuando dejó Venezuela para buscar un futuro mejor; y que amarrado a una árbol mira a su amo, mientras concede la entrevista a EL COLOMBIANO, con los ojos atentos de un vigilante inglés.

Dice Carlos

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

No es una ronda de niños

La escena parece un cuento infantil. Una niña negra, vestida con traje rosa y de trenzas es llevada en una bicicleta rosada por un niño que luce una camiseta de Brasil. El niño, de piel oscura y cabello apretujado, apenas alcanza los pedales, pero se mueve con destreza en medio de las carpas en las que duermen migrantes haitianos, resguardados de la canícula de las 2:00 de la tarde.


A unos pasos, tres niñas – dos cubanas y una venezolana–, cantan canciones infantiles; y un poco más allá, Carlos, el niño venezolano, le da comida a su perro Canelo que no para de ladrar, aunque tiene la coca llena de cuido.


Ninguno de estos niños migrantes se imagina lo duro de la travesía que les espera al cruzar los 160 kilómetros del Darién, ese duro bloque vegetal cuya densidad en algunas partes hace que el día se torne oscuro, así el sol arda en la mitad del cielo, a las 3:00 de la tarde.



Yo voy a conocer los tigres, las serpientes y los monos" — dice niño cubano


“Yo voy a conocer los tigres, las serpientes y los monos”, les dice el niño cubano a las niñas absortas en el teléfono; les habla como si se tratara de un cuento fantástico de dragones y caballeros.


Pero lo que desconoce este pequeño y lo que no dimensiona su cabeza ni la de los otros que esperan pasar, incluida la de Carlos, acostumbrada a maquinar con números, es que en ese cruce natural han fallecido 17 personas en lo que va de 2021, según datos del proyecto Missing Migrants, de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM

Una de esas muertes corresponde a la de un menor de edad, cuyo cuerpo sin vida se encontró el pasado 6 de junio en el río Turquesa, como confirmó a EL COLOMBIANO la Fiscalía panameña, regional Darién. Lo que tratan de identificar los investigadores es si la persona muerta es migrante o un integrante de la etnia Emberá Waounaan, residentes en esta zona, quienes cobran entre 20 y 30 dólares a los que osan pasar por sus predios.


Además, como lo confirmó a este diario Susan Torres, comisaria de familia de Necoclí, hasta el 10 de agosto de 2021, 620 niños sortearon los peligros de esa frontera verde acompañados de sus padres.


Torres explica que en ese paso enmarañado todas las personas son vulnerables, pero más los niños que se enfrentan a peñascos y crecientes de ríos, a picaduras de insectos que los hacen rascarse noche y día y les dejan heridas abiertas; a mordeduras de serpiente, y por eso es común ver a los migrantes embadurnarse de aceite en la espesa manigua para evitar ser alcanzados por los colmillos de una culebra.


A veces les toca bañarse o beber agua de los ríos en los que en ocasiones hallan personas muertas, causándoles llagas, vómitos o diarreas.


“Lo que Colombia puede hacer es brindar atención humanitaria. Entre el hospital y la Cruz Roja se les brinda atención primaria y de urgencias, y como ellos no tienen acceso a un tratamiento médico, si una persona se enferma es la obligación del Estado atenderla; y si necesita atención especializada, se manda a Medellín o a Montería”, relata Torres.


Joseph, un haitiano fornido, de camisa ancha y gorro de lana, no aguantó más ese viernes el desespero de su hijo que lleva dos noches sin poder dormir con un llanto que parece no tener fin, y se fue a hacer fila a la carpa de la Cruz Roja. Al revisarlo, el médico le diagnosticó fiebre y dolor de oído. Tras la atención, Joseph y su pequeño recibieron los medicamentos. De un morral sacó un tetero con agua y le dio dos pastillas. Minutos después, sintió su bebé dormir, y entonces lloró sobre la baranda que separa a los migrantes del mar.


Más allá de las enfermedades, lo que más les preocupa a las autoridades colombo-panameñas es que hay abandono de pequeños que caminan esa selva como pueden, información corroborada por Torres, quien asevera que en sus relatos los migrantes señalan haberse encontrado niños dejados a su suerte y que son llevados por ellos a los puestos de control de las autoridades panameñas.


Samira Gozaine, directora de Migración de Panamá, afirma que en 2021 van 50 niños que llegaron sin acompañante al poblado Bajo Chiquito, el primer caserío que se encuentra del lado panameño después de cruzar el Darién.



Somos países de tránsito, entendemos que debe existir una corresponsabilidad de todos los países de la región, un respeto a los derechos humanos y luchar contra el crimen organizado" — dice Gozaine

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

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FOTOGRAFÍA: MANUEL SALDARRIAGA.

- MIGRACIÓN -

Las últimas horas en Necoclí

Antes de acostarse ese viernes, Carlos paseó su perro Canelo por la playa. Se le veía contento. Le dijo al equipo periodístico de EL COLOMBIANO que no tenía miedo de cruzar el Tapón de Darién.


“A ese perro no lo he dejado nunca. Él a veces me ha frenado porque no me han dejado montarlo en bus; pero ya tiene su bozal, los papeles y el carné, eso también es muy importante para mí, y sé que con él podré seguir hasta conseguir mi sueño”, dijo antes de meterse con su mejor amigo a su carpa.


El pasado 23 de agosto, Carlos, su perro Canelo, su padre, su madre y sus dos hermanos se embarcaron rumbo a Capurganá. Ese es el primer paso para meterse en la selva, y ese es el primer paso del chico venezolano que quiere dejar de ser migrante para llegar a estudiar a Harvard.

Dice Carlos

- ANÉCDOTA -

MUERTES DE MIGRANTES, SEGÚN LA OIM

En su último informe de Missing Migrants, la OIM registró que, en los flujos migratorios de 2021, han muerto en total en América 552 migrantes. De estos, 244 son hombres, 83 mujeres y 20 niños, el resto (205) no se han podido identificar por diversos motivos. Los orígenes de las personas fallecidas son: 113 del Caribe, 92 de Suramérica y 175 de Centroamérica. En 2020 fallecieron 692 migrantes en los distintos pasos en América. Las posibles causas de la muerte de los migrantes provenientes del Caribe son, según los estudios de la OIM: ahogamiento, 21; presunto ahogamiento, 75; disparo Policía fronteriza, 1; desconocido, 12.

- EPISODIO 1 -

Tapón del Darién: CRUZAR EL INFIERNO POR LA REDENCIÓN DE UN SUEÑO ESQUIVO

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- EPISODIO 2 -

Tapón del Darién: Sueño en dólares, el motor para atravesar el Darién

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- EPISODIO 3 -

Tapón del Darién: Cruzar la frontera, un negocio de $1.900 millones

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